Estarán de acuerdo conmigo en que esta de la foto es la abuela más guapa del mundo. Yo sé que, además, es la mamá más amorosa y adorable del mundo mundial; lo sé de buena mano, porque es la mía. O lo fue. No, lo es. Hoy Ine habría cumplido 66 años. Le faltaron cuatro meses, los que llevamos echándola de menos, los que nos ha tocado vivir sin ella, con su recuerdo, con ella apenas en el corazón.
Sin orden ni concierto, sin ningún afán de ser exhaustivo, esta imagen es un breve recorrido por la vida de mi mamá desde que se hizo abuela de los Gusarapos más preciosos, los míos. "Mis tesoros", los llamaba ella. Sus tesoros que espero que siempre la recuerden.
Aquí la ven el verano de 2016 resplandeciente con sus nietos preferidos (estoy segura de que lo eran así como también lo estaba de que yo era su hija favorita). Ese día habíamos estado haciendo collares con las conchas que recogíamos cada día de la playa. Las conchas tenían unos agujeritos y Lucas, Matías, Ine y yo nos pusimos una tarde manos a la obra e hicimos collares. Cada uno luce uno. Y cada uno fue a parar a una de las abuelas.
En esta foto comparten secretos abuela y nieto. De vehículo de ruedas a vehículo de ruedas, Matías le explica a Ine y luego Ine le explica a Matías cómo se hace para ir así o asá, para avanzar, para circular por esas piedras de Hogwarts, para pasar las rejillas sin caer en ellas...
Se habían conocido unos años atrás, tres, para ser exactos, en un diciembre soleado en Bogotá. Aquí la abuela orgullosa exhibe a un calvito precioso que era nuestro Matías. Ya para entonces tenían conversaciones profundas.
En Santa Marta, en 2015, Ine le enseñó a Matías todos los secretos de la mojarra frita y el arroz con coco, y nuestro chiquito, que parecía muy Cuellar por ese pelo que ya empezaba a tener, la miraba con interés mientras ella le contaba cosas.
Su afición por la piscina la había compartido antes con Lucas. Para la muestra un botón. Estas vacaciones en Mesa de Yeguas era difícil separar a Lucas del agua, y a Ine de Lucas. Uno de los mejores paseos en familia del mundo, Lucas fue feliz con su abuela, y ella con él. Nunca mejor dicho, creo que Ine se sentía como pez en el agua: ingrávida, libre, feliz.
También, por supuesto, Ine había presumido de su nieto mayor. En esta visita a Bogotá para celebrar los 70 años de La Casa, Lucas se pintó la cara de gato. Abuela y nieto posaron para el fotógrafo poniendo su cara más gatuna, y juntos pasearon recorriendo la fiesta y conociendo a las amigas de Ine. Guapísimos con sus chalecos azules los dos.
Aquí en Santa Marta, con su Luquini, Ine estaba radiante y feliz. No sé si a Lucas le gustó tanto como a Matías el arroz con coco, aunque probablemente la mojarra sí; lo que no le gustó fue la arepa, aunque Ine lo intentaba cada mañana en el desayuno del Coco's Bar, rodeados de iguanas y gatos. Yo, confieso, no lo he vuelto a probar, pero creo que ahora Lucas estaría listo para intentar de nuevo a ver si la arepa es todo lo buena que decíamos nosotras...
Y aquí cuatro de mis personas favoritas en una foto de nuestro viaje a Disney. Todos juntos pudimos subir a pocas atracciones. Una de ellas fue el tren que nos llevaba de Fantasy Land a Frontier Land, y aquí estamos los cuatro y yo, haciendo la foto, porque el intento de selfi falló. Alvaro, súper papá con sus hijos, Ine en primer plano, y yo al lado de mi mamá, por supuesto.
Ese viaje acabó con broche de oro, con un delicioso encuentro con Juanpa en el aeropuerto de Miami. Fueron solo unas horas, a lo mejor solo una hora, pero nos dio para abrazarnos, emocionarnos, reírnos, llorar. Como si fuera la vida resumida, embutida toda ella en una cáscara de nuez. La foto no es muy buena, estamos todos un poco lejos, se ven los vasos de cartón con los restos de Minute Maid Lemonade y la salsa de tomate, pero nos vemos todos tan felices, mi mamá con una carcajada que seguramente acabó en lágrimas (de las de risa, no de las de llanto), los niños mirando a Juanpa, queriendo estar a su lado los dos, y yo.
Quiero pensar que este viaje, su viaje, acabó igual. Con broche de oro. Y no puedo evitar desear para mí, para todos los que quiero, que nuestros viajes terminen igual. Que siempre nos recuerden riendo, sonriendo. Oigo a Silvio Rodríguez, que ya me acompañó cuando escribí sobre Bibía en esta entrada, y ahora dice "Al final de este viaje en la vida... quedamos los que puedan sonreír, en medio de la muerte en plena luz."
5 comentarios:
...y está aquí, en ti y en los tuyos y en lo tuyo... <3
Ines Elvira es y sera recordada por su bondad, su valentia, su inteligencia y sera recordada tambien a traves de tí, la hija mas amorosa.
Soplemos velitas por Ine.
sobra decir que emociona leer tu alma en las letras. Un abrazo
Papá
Bellos texto, Vero. La hija heredó el corazón bello de la madre.
Vero.. que recuerdos más bonitos! A Ine la recordaremos siempre como esa mujer maravillosa que fue!!! Te quiero
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