
El viernes madrugamos pues teníamos que coger un barco con rumbo a Sandhamn, una de las 24.000 islas del archipiélago de Estocolmo... pero no una cualquiera: una en la que nos esperaban, tras dos horas de recorrido en barco, Thérèse, Anders, Andreas, Cecilia y Mathilde Hultin, una familia encantadora que nos recibió en el puerto, nos acompañó a la casa, nos invitó a comer, nos hizo fotos, nos contó historias, se enamoró de Lucas y luego nos volvió a traer de vuelta al puerto para coger un barco hacia Nybroplan, en el centro de Estocolmo. Fue un día de sol precioso: el recorrido de ida y vuelta se hace un poco largo, pero el paisaje de agua, islas, pinos, barcos, es precioso de verdad. Invita a dejarse perder y hace dar muchas ganas de encontrar una isla, estar un tiempo más allí, disfrutando de largos días de sol, dándose algún baño en las gélidas aguas del mar Báltico. La próxima vez volveremos por más tiempo.
Llegamos al centro, caminamos un poco, encontramos el metro y nos fuimos rumbo a Täby donde nos espraban Tommie, Sarianne y Eliana Liljeberg, otra maravillosa familia que nos invitó a cenar esa noche. No fue una cena cualquiera: en la mesa estaban los cangrejos que se comen para la fiesta del cangrejo, acompañados de schnapps (hay que cantar antes de beber y así lo hicimos) y tocados con un sombrerito en la cabeza (que también se hizo, por supuesto). La cena estuvo deliciosa, la compañía genial. Nos quedamos a dormir en su casa y la mañana del sábado disfrutamos de un delicioso desayuno sueco con miles de panes, yogur, quesos, mermeladas, mantequilla... en fin, felices todos. La menos amigable era la pobre Berit, una perrita muy vieja que fascinó a Lucas hasta que le ladró y lo hizo llorar amargamente. Finalmente logramos que niño y perra no se acercaran mucho uno a otro. Disfrutamos el jardín de los Liljeberg con su fabulosa cama elástica (parece ser la moda en Suecia tener una de estas; mamá y papá saltaron y saltaron, por supuesto... y Lucas reía encantado). A medio día del sábado Sarianne nos llevó al
Historiska museet donde finalmente encontramos algo de vikingos, aprendimos sobre la historia antigua, los primeros pobladores, los vikingos, la edad media, el renacimiento, llegando casi hasta el siglo XX. Muy interesante. Decidimos ir hacia el Humlegarden, guardadas las proporciones es como el Central Park de Estocolmo, y allí comer y luego hacer plan de parque con Lucas y otros niños suecos. 20 minutos después de emprender camino nos percatamos de no tener la cámara de fotos... horror!!! Álvaro volvió corriendo al museo pues recordaba haberla dejado en la escalera, a la salida del museo. Lucas y yo nos fuimos hacia el parque. Afortunadamente Suecia es un país civilizado y Estocolmo una ciudad de gente honrada: la cámara esperaba en el mostrador del museo y no perdimos todas las fotos de nuestro viaje.
Esa tarde volvimos caminando, atravesando el Gamla Stan de nuevo, y cogimos el bus para volver a Nacka. Papá e hijo bajaron al parque de casa, mamá preparó maletas. El domingo por la mañana visitamos, con Sarianne, Tommie y Natalia (su otra hija) el
Fotografiska que, recién inaugurado apenas en mayo, pretende convertirse en el más importante museo de fotografía de Europa. Es sencillamente increible el edificio, la ubicación, y también las colecciones que pudimos ver. La exposición de Annie Leibowitz estuvo muy bien, y casi mejores las de
Lennart Nilsson, Vee Speers y, aunque muy perturbadora, Joel-Peter Witkin. Lucas disfrutó gateando de exposición en exposición y saludando amablemente a la gente de las fotos: George Bush, Michael Moore, la hija de Leibowitz, Susan Sontag, todos se llevaron un "hola" de nuestro sociable pequeñajo.
A la 1 estábamos en el Arlanda Express rumbo al aeropuerto. A las 4 embarcábamos con destino Barcelona, a donde llegamos sobre las 7 de la noche. Definitivamente en Norwegian se vuela mejor.